CONTEXTO DIARIO
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9 de enero: El día que el terror irrumpió en TC Televisión
A un año de la incursión armada en este canal ecuatoriano, una crónica íntima de un hecho que sacudió a Guayaquil y dejó cicatrices imborrables en sus protagonistas
Guayaquil despertó con la normalidad de siempre. La alarma sonó puntual, marcando el inicio de la rutina diaria. Los autos avanzaban con lentitud entre el tráfico, los buses y la metrovía se llenaban de pasajeros con rumbo a colegios, universidades y oficinas. Todo parecía transcurrir dentro de una normalidad muy frágil. Nadie anticipaba que la rutina sería interrumpida por un ataque que marcaría la historia del país.
La paz aparente se quebró abruptamente cuando la señal en vivo de TC Televisión —uno de los canales más importantes del país— se vio interrumpida por imágenes de encapuchados armados que se apoderaron del set de noticias, exhibiendo explosivos y armas, mientras obligaban a los empleados a tirarse al suelo, mientras el canal seguía transmitiendo en vivo.
En cuestión de minutos, alrededor de las 14:40, la emisión de TC Televisión se cortó de manera súbita. Algunos periodistas, imposibilitados de continuar con su labor al aire, pidieron ayuda a través de redes sociales y plataformas de mensajería. Fue entonces cuando uno de los hombres encapuchados lanzó una advertencia escalofriante: “Estamos en el aire para que sepan que no se juega con la mafia”, exhibiendo armas y explosivos en cámara.
“Fue un ataque terrorista muy, muy grave”, relata Leonardo Flores, periodista de TC Televisión. Lo que parecía un día normal en las instalaciones del canal se convirtió en un evento que marcaría su vida y la de todos los que estuvieron allí. Leonardo se encontraba en las oficinas de Gama TV, dentro del mismo complejo, cuando escuchó los primeros ruidos. "Nos asaltaron, entraron armados, dejaron explosivos”, recuerda que llegó alguien gritando.
Flores tomó valor en medio del terror. “Apaguen las luces, pongan los teléfonos en silencio,” les dijo a los demás. Intentó mantener la calma, sabiendo que cualquier error podría delatarlos.
En medio del encierro, tomó su teléfono y llamó al coronel Hernández, jefe de la Policía. “Me dijo que ya estaban en camino las unidades tácticas, pero cada segundo parecía una eternidad”.
Cuando finalmente los helicópteros comenzaron a sobrevolar la zona, Flores decidió inspeccionar el exterior. “Miramos despacio. No había nadie, así que rompimos tablas y salimos por la parte posterior del edificio”. Sin embargo, no todos estaban a salvo.
“Se llegó a decir que esto era un show, pero no lo fue. Esto fue real. Fue un ataque que dejó cicatrices físicas y emocionales en todos nosotros”. Leonardo Flores, periodista TCTelevisión
“Nos dimos cuenta de que un compañero con discapacidad no había salido. Regresamos al edificio de Gama a buscarlo. Lo encontramos esposado y pálido; la Policía lo había detenido al no saber quién era. Lo liberamos y lo llevamos con nosotros”.
Todo parecía sacado de una película, que nunca más quisieran repetir. “Nos sacaron en caravana, con policías apuntando hacia los costados. Había caos por todos lados, pero ver a mis compañeros vivos me dio un poco de tranquilidad”.
El momento más emotivo llegó cuando se reencontró con su esposa. “Ella me llamó desde el colegio de mis hijos, había pedido que los retiraran por seguridad. Cuando la vi, no pude contener las lágrimas. Ella lloraba, yo lloraba. Fue un momento muy fuerte. Sentir sus abrazos, después de todo lo que habíamos pasado, fue indescriptible”.
La gente alrededor aplaudía. “Habían visto los videos y sabían lo que habíamos vivido. Ese reconocimiento fue conmovedor, pero también me recordó la magnitud de lo que había ocurrido”.
Con el paso de las horas, Leonardo comenzó a comprender la gravedad del ataque. “Al principio, uno solo piensa en sobrevivir. Pero luego escuché los testimonios de mis compañeros y entendí lo violento que fue todo", expresa.
“Hubo intentos de abuso sexual, compañeros heridos, disparos, explosivos. Esto no fue intimidación; fue brutalidad. Se llegó a decir que esto era un show, pero no lo fue. Esto fue real. Fue un ataque que dejó cicatrices físicas y emocionales en todos nosotros”, reflexiona.
El caos se extendió rápidamente por todo el edificio. Algunos empleados intentaron escapar saltando muros o escondiéndose en bodegas y oficinas. Otros permanecieron atrapados en el comedor, improvisando barricadas con carritos de comida para evitar ser encontrados.
“Todo parecía un día normal,” comenta Iselda Ortega, coordinadora del noticiero, al recordar los momentos previos al ataque. “Hice la fila respectiva en el comedor, como cualquier otro día. Me senté frente a una de las paredes de vidrio que tiene esa zona. Ya tenía mi bandeja lista y comencé a comer”.
Desde su lugar, Iselda notó algo extraño: “Vi a unas personas vestidas de negro trotando, y pensé que eran del programa Soy el Mejor, no le di mucha importancia y seguí comiendo. Pero luego vi que venían más personas, también vestidas de negro, y esta vez ya se veían claramente las armas que llevaban. Fue ahí cuando pensé: ‘Esto no es normal’”.
“Ellos disfrutaban del miedo que nos provocaban. Gritaban que si la Policía entraba, nos matarían a todos”. Alina Manrique, jefa de Redacción
La alarma se desató cuando sus compañeros comenzaron a gritar. “¡Nos asaltan, nos asaltan! Se metió un grupo de personas”. Ortega recuerda que retrocedieron rápidamente y agarraron los carritos de las bandejas para bloquear la puerta principal. Crearon una barrera improvisada para evitar que esas personas se dieran cuenta de que estaban ahí y quisieran entrar.
“Ellos fueron directamente hacia las oficinas principales, donde está la recepción, los departamentos y el estudio central”.
Un compañero del comedor les dijo: “Vengan, vengan, acá, a la bodega de la cocina”. Era una bodega pequeña, rectangular, con estanterías a ambos lados y un pasillo en el centro. “Nos escondimos allí unas ocho personas, todos apretados”.
La tensión dentro del refugio era palpable. “Me timbraba el teléfono sin parar. Como soy coordinadora, los compañeros del noticiero al aire me llamaban, lo mismo que desde la Gobernación, el Municipio, la Fiscalía… de todos lados. Pero los compañeros que estaban conmigo insistían en que apagara el teléfono para que no nos delataran. Apagamos las luces también, y tratamos de hacer el menor ruido posible”.
El espacio reducido y la falta de ventilación hicieron que la situación se tornara aún más angustiante. “No había ventilación. Todo estaba oscuro, y comenzamos a sentir la desesperación. Había una compañera embarazada con nosotros, lo que aumentaba nuestra preocupación. Ella ya estaba en los últimos meses, no podía moverse rápido. Ver su situación nos ponía aún más nerviosos.”
Mientras tanto, las voces y los sonidos provenientes del interior del canal reflejaban el caos. Desde el comedor escuchaban los gritos, los insultos y los llantos de los compañeros que estaban en las oficinas y el estudio. Todo era desesperación. “Uno de los compañeros que estaba con nosotros tenía una tablet y seguía la transmisión. Fue así como vimos lo que estaba pasando: empujones, armas, gritos. Verlo en la pantalla lo hacía más real y más aterrador”.
El impacto emocional que la experiencia dejó en ella y en sus compañeros era evidente. “Fue un momento de terror absoluto. Nunca en mi vida había sentido tanto miedo. Cada uno reaccionó como pudo para protegerse. Yo solo pensaba en mis compañeros, en que no nos encontraran, en que saliéramos de esa bodega con vida”.
“Todo era normal, hasta que no lo fue,” así inició sus declaraciones en varios de medios de prensa Alina Manrique, jefa de redacción de TC Televisión, al recordar el momento en que su rutina diaria se transformó en una pesadilla. “Estábamos en plena transmisión del noticiero de la tarde. Yo estaba en el set, revisando los últimos detalles, cuando todo comenzó”.
La irrupción fue repentina y aterradora. De pronto, vio a un grupo de hombres encapuchados. Llevaban armas largas y cortas, y gritaban que tenían explosivos. Uno de ellos le apuntó con un arma directamente a la cabeza. “Pensé en mis hijos, en mi vida entera. No sabía qué hacer,” relató con la voz entrecortada.
Los atacantes obligaron a Manrique y al resto del equipo a tirarse al suelo mientras mostraban las granadas y dinamitas que portaban. “Ellos disfrutaban del miedo que nos provocaban. Gritaban que si la Policía entraba, nos matarían a todos”.
En medio del caos, Alina recordó el impacto emocional que vivió: “No podía moverme. Estábamos completamente a su merced. Desde el estudio se escuchaban disparos, gritos e insultos. No sabíamos si saldríamos vivos de allí.”

El impacto del ataque traspasó las puertas del edificio de TC Televisión. Las escenas se volvieron caóticas en las calles de Guayaquil y en otras ciudades del país. Todo estaba cerrado. Había gente corriendo, negocios saqueados, y un ambiente de puro terror. La ciudad entera estaba paralizada.
Cuando hablo de lo ocurrido, no puedo evitar revivirlo como si fuera ayer. Mi esposo, Marcos Guerrero, productor de Noticieros después de Noticieros, estaba en el canal cuando todo ocurrió. Vi en la transmisión cómo le apuntaban con un arma a la cabeza.
“Mientras trabajaba, un compañero encendió la computadora para revisar las noticias. En un grupo de periodistas, alguien decía que estaban atacando con bombas el canal. Pedí que pusieran el noticiero en la televisión, y fue entonces cuando lo vi. Hombres armados, en vivo, apuntaban a la gente. Sabía que mi esposo estaba ahí.”
La angustia se convirtió en desesperación. Caí de rodillas, llorando, pidiéndole a Dios que todo estuviera bien. Intenté llamarlo, pero no contestaba. Inmediatamente pedí que me llevaran a la casa para estar con mis hijas. Mis hijas estaban en el colegio, y la más pequeña ya estaba camino a casa. Llamé a mi mamá y, llorando, le conté lo que estaba pasando.
La noticia se propagaba rápidamente. Los vecinos llegaron a casa de mi madre con preocupación, mientras mi hija menor, tras escuchar la conversación, quedó tan impactada que no pudo ni comer. Para mi hija mayor, el golpe fue aún más fuerte: al ver a su padre en un video compartido en redes sociales, sufrió un colapso emocional y tuvieron que llevarla al expreso en brazos.
Los minutos se volvieron eternos. Cada llamada sin respuesta era un golpe de angustia. Finalmente, un número desconocido rompió el silencio. Aunque temía contestar, una corazonada me hizo hacerlo. Era Marcos, que con una voz calmada, aunque agotada, solo alcanzó a decir: “Mi amor, estoy bien”. Esa breve frase trajo un alivio inmenso, aunque la tensión no desapareció por completo.
Poco después, en las transmisiones en vivo, apareció Marcos siendo liberado. Se arrodilló en la calle y levantó las manos al cielo en señal de agradecimiento, mientras compañeros lo abrazaban entre lágrimas. Ese momento, que debería haber sido de puro alivio, trajo consigo el peso de todo lo vivido. Los videos que comenzaron a circular mostraban el horror: le habían apuntado con un arma a la cabeza y obligado a transmitir un mensaje para evitar que la policía interviniera. Aunque él no quería decirlo, tuvo que obedecer para proteger su vida y la de sus colegas.
Marcos recuerda que durante la transmisión del noticiero, se escucharon gritos y el sonido de pasos acelerados en los pasillos. Como productor advirtió a los presentadores por el micrófono: “Nos están asaltando, escóndanse.” Sin embargo, no hubo tiempo para actuar. Uno de los técnicos que salió a inspeccionar lo que ocurría apenas pudo regresar corriendo a esconderse.
Los atacantes ingresaron violentamente al centro de controles y, a punta de golpes e insultos, obligaron al equipo a trasladarse al estudio principal. Allí, exigieron que alguien entrevistara a quien sostenía un teléfono. Los gritos y disparos se mezclaron con la confusión cuando los atacantes se dieron cuenta de que no tenían audio abierto en la transmisión. La violencia aumentó. Golpearon a los empleados y obligaron a dos de los rehenes a salir como “escudo humano” al sentir la presencia de la Policía.
Una empleada fue llevada a otra oficina, donde la intentaron abusar sexualmente; otro compañero estaba herido de bala, mientras el resto del equipo permanecía encerrado en el estudio, donde los atacantes les obligaron a grabar un video, diciendo que si entraba la Policía, los mataban.
Fue ahí cuando tomó uno de los perpetradores intentó llevarse a otra de las rehenes. Mi esposo reaccionó instintivamente. La jaló con fuerza hacia él, impidiendo que se la llevaran, y la abrazó con todo su cuerpo para protegerla. A pesar de los gritos de los atacantes y las amenazas, él no la soltó, decidido a impedir que le hicieran daño.
Mientras tanto en casa, la incertidumbre se apoderaba de cada uno de los miembros de la familia. Mis suegros, al ver las imágenes en la televisión, no podían contener su angustia. Mi cuñada, por su parte, llamaba una y otra vez, buscando noticias de su hermano. La incertidumbre y el miedo llenaban cada rincón de nuestras familias. Recibiíamos mensajes de aliento, con oraciones, con preguntas sobre la situación. Nadie sabía qué podía suceder en los próximos minutos, pero todos compartíamos la misma esperanza: que Marcos y sus compañeros salieran con vida.
Finalmente, la llegada de la Policía puso fin a la pesadilla. Los oficiales lograron entrar y acorralarlos. “Cuando uno de ellos me ayudó a levantarme, sentí un alivio que no puedo describir. Fue como si volviera a respirar”, recuerda Manrique en una de sus entrevistas.
En cuestión de horas, miles de ecuatorianos presenciaron cómo un suceso que parecía sacado de una trama de ficción se convertía en su realidad cotidiana. Aquella tarde de enero marcó un punto de inflexión: un episodio que quedará grabado en la memoria de todos como el día en que la televisión ecuatoriana, literalmente, fue tomada por la fuerza, mientras Ecuador ingresaba en una nueva etapa de emergencia y confrontación directa contra el crimen organizado.
Ver a mi esposo salir con vida fue un milagro. Pero las marcas emocionales siguen ahí, tanto para las familias como para quienes estuvieron en el canal. Esto no fue un show. Fue un momento dramático que nos marcó a todos, no solo a quienes estuvieron ahí, sino también a sus familias. Mi familia y muchos otros siguen reviviendo esos instantes cada vez que escuchan un sonido fuerte o algo que les recuerda ese día.
👏🏻sin duda una historia con mucho sentir!
ResponderEliminarVane, tu forma de escribir lo sucedido hace que mis lágrimas salgan. Gracias a Dios no terminó en tragedia, pero será un episodio de tu vida que si bien permanece te deja una gran lección y es que la oración es fuerte 🙏🏼🤗
EliminarBuena narrativa periodística de un hecho que conmovió a todo el país y que muestra el drama de cada una de las personas que estuvieron allí y de sus familias .
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